Te prometo anarquía

 

anarquia

Miguel (Diego Calva Hernández) y Johnny (Eduardo Eliseo Martínez) van juntos a todas partes en su patineta: son mejores amigos, tal vez novios —en ocasiones tienen relaciones sexuales y uno de ellos sale, también, con una chica (Shvasti Calderón).

Los chavos se dedican a conseguir “vacas” para “ordeñarlas”: gente para comprarles su sangre y luego venderla. Un día les llega la gran oportunidad de conseguir 50 donantes, de los cuales obtendrán mil pesos por cada uno, pero algo sale mal: el negocio, sus vidas y su relación está en riesgo, por lo que es mejor salirse del contexto para sobrevivir, así sea por separado.

Desde su primera escena, Te prometo anarquía (México/Alemania/2015), dirigida, escrita (junto a Axel Mishael Muñoz) y producida por Julio Hernández Cordón (también interesante Gasolina, 2008), deja claro que no tiene problemas en incitar a la provocación: sólo en trusas, con las piernas abiertas, Johnny tiene en un extremo a su novia dormida y en el otro a su amigo/pareja/novio/casi hermano con el que discute el tipo de relación que llevan y cuál de los dos complace al otro y de qué manera. Luego se alejan un metro de la chica para solucionar sus malentendidos con sexo.

Seguido de eso, la cinta premiada en Morelia plantea su otro tema importante: un buen negocio con el narco, al que no le importa obtener, hacer y conseguir lo que quiera, bajo cualquier circunstancia, sin importarle las consecuencias.

Parece que estamos ante una película sencilla —a veces raya el falso documental— pero sus temas son complicados: el descontrolado tráfico de sangre; personas a las que no les importa arriesgarse por algo más de dinero; jóvenes sin rumbo ni mando, perdidos en una ciudad sin ley ni orden, o sea, la anarquía del título, todo visto con una cámara que a veces pone al espectador como observador, a lo lejos, afuera, y en otras lo hace sentirse partícipe y cómplice.

Una de las fortalezas de la película es la forma dudosa en cómo expone la relación entre Miguel y Johnny: ¿Son novios? ¿Lo fueron? ¿Son amigos con derechos? ¿Están experimentando? ¿Se necesitan? ¿Compiten? ¿Se hacen daño? ¿Es parte del juego? ¿Se aman? ¿Se odian? ¿Las dos cosas? ¿Ninguna? Lo cierto es que, a pesar de sus pleitos, desacuerdos, celos… son entrañables e imprescindibles —eso sí, Miguel siente y valora más lo que tienen, sea lo que sea.

Más que las actuaciones —destacan los dos protagonistas, pero es Miguel quien luce más natural y convincente— es interesante que el director se valga de actores no profesionales, de poca experiencia o personas comunes para interpretar(se), tal cual lo hicieron ya, entre otros, Carlos Reygadas y Víctor Gaviria, para quienes ese atractivo recurso es una de las constantes de su cine.

Miguel caminando en ese bosque después del trabajo, en un lugar distinto, tratando de hacer las cosas de otra manera, sin dejar su patineta, recordando, añorando, con la canción Tugboat de Galaxie 500 de fondo, es imperdible y perdurable mucho tiempo en la memoria. El final de Te prometo anarquía es único, significativo, decisivo: amigos o novios, entre Miguel y Johnny hay amor, a pesar de todo, y eso es lo importante. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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