Milagros del cielo

 
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Que Milagros del cielo (Miracles from Heaven /Estados Unidos/2016), de la directora mexicana Patricia Riggen, esté basa en hecho reales (registrados en el libro homónimo de Christy Beam) puede justificar situaciones inverosímiles y personajes innecesarios, pero no el ser una película sentimentalista que carece de fuerza para convencer al público de un asunto de fe.
Los Beam: Christy (Jennifer Garner), Kevin (Martin Henderson), y sus hijas Abbie (Brighton Sharbino), Anna (Kylie Rogers) y Adelynn (Courtney Fansler), son una cristiana y feliz familia de Texas, a la que nada parece perturbarla.
Un día, Anna comienza con dolores de estómago y vómitos que cada vez son más frecuentes, al punto de que una noche termina en urgencias de un hospital, donde le dicen que padece de reflujo, pero su mamá no se convence y pide que le hagan más estudios, de los que los resultados arrojan que la niña tiene un desorden gastrointestinal que no le permite digerir los alimentos y hace que su estómago crezca aceleradamente.
El único que puede ayudar a Anna es el doctor Nurko (Eugenio Derbez), un mexicano que consulta en Boston, pero debido a que por teléfono no consigue una cita, la desesperada mamá se arriesga a ir a esa ciudad con el deseo de que la atiendan.
A pesar de que la lista de espera es de meses, la persistencia de Christy hace que el doctor Nurko vea a Anna, sólo para que confirme que su enfermedad no tiene cura, aunque puede hacerla más llevadera con un medicamento que está en fase de prueba.
Los dolores siguen y llega el hartazgo de la niña, junto a una alta médica que obliga a los Beam a regresar desanimados a Texas a esperar la muerte o un milagro.
Las cuestiones de fe tienen que ver con creer, grado al que es muy difícil llegar, pero una vez que se está ahí, si es con honestidad, también es muy complicado dejar de hacerlo.
Milagros del cielo recurre a la fe, y aunque en un punto una de las protagonistas la pierde, y la razón puede justificarla —no entiende por qué Dios permite que su hija esté muriendo de una manera tan dolorosa— aun así, a la cinta de Riggen no se le cree.
La historia completa de los Beam, los milagros, el viaje a Boston sin previa cita, las influencias de una secretaria recién contratada, una mesera que se vuelve guía de turistas nomás porque sí, la actitud simplona de un doctor, la caída de nueve metros al fondo de un árbol que, lejos de perjudicar, beneficia, la curación de una enfermedad “sin cura”, una plática de frente con Dios… pueden ser verdaderas, pero el filme no logra que el espectador las vea así y se convenza de ellas.
De ser católica, la película se limita a lo que pudiera funcionar como un mega capítulo de La rosa de Guadalupe, y aunque la fe no tiene que ver con la razón, el cine sí requiere de una técnica y elementos de los que depende que el público crea en una mentira o dude de lo verdadero.
Con actuaciones decentes de Garner y Rogers, un Derbez forzado intentando ser Patch Adams, y lo que es un descenso en la carrera de Riggen (ante unas mejores La misma Luna, 2007 y Los 33, 2015), a pesar de todo, el filme le puede hacer llorar. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
 

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