Martyrs

 
 
 
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Descalza, en ropa interior y con heridas por todo su cuerpo, en 1971, Lucy (Myléne Jampanoï) corre por las calles de una zona industrial abandonada. La policía la encuentra y la lleva a un orfanato, en donde le realizan exámenes médicos que indican abuso infantil, desnutrición, deshidratación e hipotermia.
En 1986, en una casa en medio del bosque, a la vez que comparten la comida, una familia discute el futuro académico y el aparente deseo de vivir en pareja de uno de sus integrantes. Sin dudarlo un momento, Lucy interrumpe la charla y, sin piedad, asesina a todos.
Sin moverse de la casa y con los cuerpos en medio de charcos de sangre, Lucy llama a Anna (Morjana Alaoui), una de sus compañeras del hospicio que espera en un carro estacionado cerca de una cabina telefónica, para confirmarle que eran ellos, por lo que hizo lo que debía. Anna le pregunta si está segura, porque ya pasaron 15 años.
Acostada en un sillón, con las manos ensangrentadas, con más señales de satisfacción que de arrepentimiento, Lucy percibe que alguien más está en la casa, y trata de descubrir quién es. Minutos más tarde, es atacada por otra chica que aparece ante ella desnuda y con la piel lacerada. Lucy logra salir de la casa y corre hacia el bosque, donde más tarde la encuentra Anna.
Similar a esa icónica imagen en la que Kim Phuc corre desnuda para salvar su vida en la Guerra de Vietnam, Martyrs (Francia/2008) inicia sin preámbulos: directa, explícita, agobiante y aterradora. La cinta escrita y dirigida por  Pascal Laugier, en más de la mitad de su duración, no titubea en su necesidad de venganza, ni se detiene hacerlo con horror, crueldad y brutalidad. Las protagonistas no vacilan en disparar y hacer que la sangre brote de cuerpos culpables y cómplices, que deben pagar por lo que hicieron.
El filme, disponible en Youtube, se divide en dos partes: la primera muestra lo que le sucedió a Lucy, y cómo 15 años después ella se venga de sus raptores, mostrado de manera ágil e intensa, para luego pasar a un segundo tratamiento, más lento (aunque igual o peor de aterrador), en el que Anna sabrá por experiencia propia lo que su amiga vivió de niña y la marcó para siempre.
Es muy interesante cómo la película juega con los sentimientos y emociones del espectador: si al principio hace que se conmueva por esa niña que corre herida y desesperada en busca de ayuda, después logrará que cuestione sus acciones al vengarse de esa manera y dude en darle o no la razón, para luego exigirle que se ponga de su lado cuando Anna, con una crueldad insufrible, pasa por lo mismo, por lo que lo confunde y lo hace sentirse culpable.
Las actuaciones de Jampanoï y Alaoui son demasiado creíbles. Tanto una como la otra logra mostrarse de manera natural como víctima y victimaria, por lo que no es casualidad que el público las adopte lo mismo que las rechace.
La cinta es demasiado explícita en las escenas de violencia, dignas de complacer a Tarantino por el derroche de sangre, pero no piense que eso es todo: lo que puede tomarse como una película de terror más, terminará con un impresionante giro que le dará una idea distinta, que hace más interesante a la película. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
 
 

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