Ginger y Rosa

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La cartelera se detuvo, y fuera de los filmes que ya tienen algunas semanas en la marquesina, sólo hay una película que vale la pena ver: Besos de azúcar (2013), sólo porque la dirige Carlos Cuarón, y sería interesante comparar su trabajo con el de su hermano Alfonso, en quien ahora están todos los reflectores por las nominaciones (y posible triunfo) de Gravedad en los Oscar.
Pero ahí está la DVDoteca que tiene una enorme variedad de cintas, que pueden ser más atractivas, como Ginger y Rosa (Ginger and Rosa/Reino Unido/Dinamarca/Canadá/Croacia/2012), de la directora Sally Potter, quien en 1997 sobresalió con la película Lección de tango, que versa sobre este estilo de música argentino, y que se estrenó el año pasado en Culiacán.
La realizadora muestra ahora un filme centrado en los conflictos personales de dos adolescentes, los cuales se mezclan con los que su país vive en la década de los sesentas, en el marco de un ataque nuclear.
Ginger (Elle Fanning) y Rosa (Alice Englert) son dos amigas que viven en Londres, y además de los problemas típicos de la adolescencia, lidian con un momento histórico de conflictos políticos, sociales y culturales.
La dinámica familiar en cada una de sus casas no es la más agradable: problemas entre los padres; la falta de compresión entre ellos hace que sus hijas experimenten ciertas situaciones, por lo que los llamados de atención siempre están presentes.
Las cosas se complican cuando Ginger enfoca sus dificultades con lo que sucede a nivel mundial: son los sesentas y su país discute la posibilidad de un ataque nuclear, por lo que se vuelve una activista pacífica en contra de esa problemática, que tiene a todos en constante preocupación.
Mientras ella intenta salvar el mundo, Rosa es más realista y prefiere rescatar al padre de Ginger, quien está separado de su esposa y no le va muy bien, por lo que la amiga no dudará en ofrecer sus atenciones, aunque eso ponga en riesgo una amistad y un matrimonio.
Las consecuencias de que todo se descubra no serán las más agradables para ninguno, pero dejarán la esperanza de que la situación se acomode y, tal vez, a favor de la mayoría.
Ginger y Rosa no es la mejor película de su año, pero es muy interesante la manera en que registra la década de los sesentas. Tanto el vestuario como el diseño de producción y la música, sin duda transportarán al espectador a esa época.
La cinta atina en la forma de mostrar ese ambiente de cambio, revolución y conflicto que se vivió en ese momento de la historia, y la forma en que esto repercutía en la vida personal de los personajes.
El filme es una muestra de la capacidad histriónica de Elle Fanning, quien al igual que su hermana Dakota ha logrado distinguirse en el séptimo arte, y en esta ocasión entrega una actuación en la que luce muy creíble como la chica tímida que quiere sobresalir y escapar de los problemas, aunque eso la lleve a involucrarse en un conflicto en el que siente más de lo que entiende.
Una cinta nostálgica, de tomas largas, contemplativas, que hace reflexionar en temas como la amistad, la infidelidad y los problemas sociales. No deje de verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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