Belleza inesperada

 

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Howard (Will Smith) no interactúa con nadie: vive sólo, no recibe visitas aunque le lleven comida, no se encarga de pagar la renta del departamento en el que vive, pero sí va al trabajo, aunque sólo a crear figuras con fichas de dominó.

Si bien hace tres años, como uno de los publicistas más exitosos, Howard consideraba que para conectar realmente con la gente, lo más importante era el amor, el tiempo y la muerte, después de que su pequeña hija falleció, de nada le servía esa reflexión.

Gracias a la detective Sally Price (Ann Dowd), Whit (Edward Norton), Claire (Kate Winslet) y Simon (Michael Peña), compañeros de trabajo de Howard, se dan cuenta de que éste envía cartas, no a personas, sino a esas tres abstracciones que él consideraba necesarias para vincular con los demás y que fundamentaban las razones por las que la gente hace determinadas cosas: levantarse cada día, vestir determinada ropa, comer algún platillo o asistir a un lugar.

Whit, Claire y Simon  idean que para ayudar a su amigo, pueden contratar a un grupo de actores que representen cada uno de esos conceptos: Amy (Keira Knightley) el amor; Raffi (Jacob Latimore) el tiempo; y Brigitte (Helen Mirren) la muerte, a quienes supuestamente les llegó la carta enviada por Howard y ahora se presentan ante él para corresponderle de frente y así sacarlo del bache en el que se encuentra.

Lo planeado no sale como se esperaba, pero sirvió para que el atormentado publicista les haga ver a sus compañeros de trabajo en la situación en la que cada uno se encuentra, que no es más favorable que la de él. Por fortuna, Howard asiste de vez en cuando a un grupo de personas que también perdieron un hijo, y así no pueda ni siquiera pronunciar el nombre de su niña (Alyssa Cheatham) y mucho menos explicar de qué murió; con la ayuda de la dirigente (Naomie Harris), ese espacio puede darle la posibilidad de que encuentre la “belleza inesperada” que busca.

El único propósito de Belleza inesperada (Collateral Beauty/EU/2016), dirigida por David Frankel (El diablo viste a la moda, 2006) y escrita por Allan Loeb, es conmocionar a los espectadores en la temporada navideña, y lo logra, pero ese no es su problema, sino que se vale de lo más barato para lograrlo: la historia de la pérdida de un hijo, algo por demás contado; actores muy reconocidos y premiados —Smith, Norton, Knightley, nominados al Oscar; Mirren yWinslet, ganadoras de la presea— y cargada de clichés que hacen que sí, efectivamente la gente se conecte, llore y venga el taquillazo seguro.

A pesar de que en esta ocasión, ante el conflicto, el personaje interpretado por Smith reacciona en sentido negativo, en donde no puede o no quiere salir de la situación en la que está y no hace gran cosa por cambiarla, es casi imposible no traer a la mente la mucho mejor En busca de la felicidad (2006), en la que el actor, acompañado de su también hijo en la vida real, Jaden Smith, al no tener trabajo y que su esposa lo abandonara con todo y niño, no se dio por vencido y luchó hasta ser un empresario sobresaliente. Por caminos distintos, al final, las dos cintas intentan la superación personal.

Por si las dudas, la película, que es demasiado predecible, se vale de subtramas poco desarrolladas para intentar conmover más —los problemas personales de los compañeros de Howard— pero no lo logra. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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