Malayerba: Reportero en apuros
Llegó hasta ahí como promotor de la Sedesol. Quién sabe cómo consiguió una cachucha con el logotipo de la institución y esa camioneta blanca que
Llegó hasta ahí como promotor de la Sedesol. Quién sabe cómo consiguió una cachucha con el logotipo de la institución y esa camioneta blanca que
No eran cualquier inversionista. Entacuchados con ropa de etiqueta. Vehículos de buen gusto. Buenas formas al hablar. Nada de estridencias ni camisas de seda ni
Era tan temido que hasta los hermanos se le escondían: si viene a buscarme, no estoy. Pedían, rogaban, a los vecinos para que los escondieran
Estaba harta de todo. De esa vida de casada pero sin marido. De tantos secretos entre ambos sabiéndolo ella todo. De quedarse callada cuando tocaban
En la banda de robacarros él era el jefe. Y si les decía quiero un yeta iban por él y se lo llevaban: enterito, rines
El taxista tomó el bulevar De las Américas, hacia el norte. Viró a su derecha y subió por una calle amplia y empinada. Al llegar
Los abogados, los organismos defensores de los derechos humanos y uno que otro del bajo mundo se lo dijo: vete. Sus amigos, todos extranjeros, estaban
Siempre pensó que sus manos la iban a salvar, pero esa vez recurrió además a su boca. Habló con el policía que era su cliente
La despertaron esos aullidos. Escuchó entre sueños y quiso ignorarlos. Pero los gritos seguían ahí y venían desde el monte. Terminó de despertar cuando vio
Qué crees que me pasó, le cuenta el ingeniero a su primo: pues fíjate que iba yo por la salida norte de la ciudad en
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